Fotografía por Aníbal Santos Gómez

miércoles, 10 de febrero de 2010

Trementina en los labios

Sabía dónde vivía. Por eso, de vez en cuando, se dejaba caer por su casa. Normalmente la caída iba seguida de unas feas heridas en las rodillas, pero ella ya estaba acostumbrada. No se daba cuenta de que la caída era cada vez más y más profunda.

Tenía preparados unos lápices de colores y bosques de folios.

-Hola, soy yo.

-Ya, ya lo sabía.

Le abrió la puerta y la dejó pasar. Él era muy laissez-faire, por eso ella se puso cómoda en su sofá sin que él apenas se diera cuenta. Ella en cambio notó sus manos roncas. Había estado dibujando toda la noche.

-Pensé que me esperarías.

-Ya, lo siento.

-No, no lo sientes.

Lo miró de soslayo; de otra forma, él habría notado el peso de sus ojos.Lo golpeaba con la mirada tantas veces que él ya sabía cuándo se produciría el asalto. Esta vez, había cargado la pistola y pretendía contraatacar. Ella cambió de tema con un parpadeo y se puso a colorear; bajó el arma.

Los relojes se cansaron de contar horas y se hizo de día, pero ellos seguían coloreando.

Cuando él se levantó a preparar café, ella lo miró en silencio.Volvió a sacar la pistola, comprobó la recámara y quitó el seguro.

-Tienes trementina en los labios.

Ella apareció como una descarga ante él, sus miradas se hilaron durante unas centésimas de segundo y sus labios parpadearon sobre los de él. Sólo se escuchó un disparo.

jueves, 7 de enero de 2010

Goliat

Apoyado en la barra, giró la cabeza. Vio mi silueta entre una tímida niebla que desdibujaba mis contornos. O era el miedo. Temblando de frío, puse mis pies en el camino de ascuas que llevaba hasta él y comencé a andar, a pesar del dolor. O era la inseguridad.

-Llegas tarde –dijo él- Te he estado esperando dieciocho años.

Creo que me fue ahí cuando me dijo su nombre. Era algo así como un héroe, pero no quería ser descubierto, por eso me lo susurró al oído. Su nombre y el porqué de llamarse así. Nunca supe muy bien si la historia que empezó a contarme era verdad o no, aunque años más tarde comprobé que sí, y otros muchos porqués.

Esa noche pasó tan fugazmente que sólo llegué a contar diez mil estrellas. Quizá fue por lo cegador de su personalidad, no lo sé. Lo que sí sé es que sus manos no se estaban quitas, me tocaban y retocaban, movían a su antojo los hilos que sobresalían de mi falda. Yo para mis adentros reía a carcajada limpia, subida en un columpio y mareándome por la altura que estaba cogiendo. Pero eso él no lo sabía. Las paredes de la habitación se iban encogiendo, cercándonos más y más, como yo le cercaba con mis piernas; tenía miedo de que escapara. Pero eso él no lo sabía. Amanecí con los labios pintados de azul, un azul ponzoña, su color. A los pocos días me empecé a sentir desdichadamente feliz y me despertaba la burlona sonrisa del Gato de Cheshire que ya era risa. Y es que por aquel entonces yo ya estaba enamorada de él. Pero eso yo no lo sabía.

miércoles, 6 de enero de 2010

El Principio

No soy de esas chicas que suelen presentarse.Simplemente sonrío.
¿Por qué?Supongo que si hablo,las palabras se me escapan y eso me incomoda.En cambio,cuando comparto sonrisas con extraños me siento bien.

Sentada en el metro,alguien se sienta enfrente,lo miras,te mira,le sonríes,él sonríe,ves el hilo conductor entre las dos muecas,y sonríes más.
Inconscientemente,ese hilo te sigue a lo largo del día y,al cruzarte con otras personas,lo lías tanto que parece una madeja.Teseo.Sigues y sigues,cruzas calles,y sigues.No sueltes el hilo.Te paras.Miras al otro lado de de la avenida,cruzas.¿Volverás?Caminas cada vez más rápido.Izquierda,derecha,
izquierda,derecha.¿Vendrás luego tú a salvarme?Echas a correr,miras atrás,pero sigues corriendo.Te caes.Miras tus manos lastimadas y encuentras un ovillo deshilachado que,burlón,se aleja rodando.


Sí,claro.Claro que volveré a salvarte.



Sonríe,encantada de conocerte.